Este mes tenemos el gusto de disfrutar de seis poemas del argentino Hugo Mújica (Buenos Aires, 1942), autor de una extensa obra poética que surge madura desde el primer libro, Brasa blanca (1983), publicado también en un momento de madurez vital. Desde entonces, Mújica, además de escribir numerosos y luminosos libros ensayísticos, ha seguido indagando poéticamente, y desde distintos ángulos, en el misterio del vacío con que se presenta el Mundo y nuestro propio ser: vacío que reclama la presencia del otro, y que nunca se da de golpe, sino que constituye un continuo proceso de llenarse y llenarse de verdad y amor mutuos.
Así, por ejemplo, el instante de plenitud vital no es un momento aislado del resto de la existencia, una experiencia ajena a los intereses ordinarios, sino un foco de luz que enriquece nuestra vida futura, en espera de otras muchas revelaciones.
Su voz, centrada en unos episodios e imágenes de ámbito natural y cotidiano, es siempre sobria y sencilla, pero llena de sorpresas: ya sea por sus inesperadas rupturas con la lógica racional de una frase, que nunca permite expresarlo todo, o por sus saltos en el vacío, que le permiten enlazar unos temas con otros aparentemente inconexos. Su obra poética hasta 2004 puede leerse en el volumen Poesía completa, 1983-2004 (Buenos Aires, Seix Barral, 2005), a la que ha seguido el poemario Más hondo (México, Vaso Roto Ediciones, 2009). Los siguientes poemas pertenecen al libro Y siempre después el viento, que Visor publica el próximo mes de enero.
Lo propio
A cada grano de arena su sombra al alba,
a cada vida su nombre propio y su propio ajeno, lo imposible de sí mismo: lo que los otros le han creado.
Nace el día
Nace el día, la claridad en la que todo se muestra, lo que hacia ella brota y lo que su misma luz marchita.
Todo nacer pide desnudez, como la pide el amor, como la regala la muerte.
Estrella fugaz
A cada bosque sus hojas al viento,
a cada vida su espera: su sábana blanca ondeando en la noche bajo una estrella que cae.
Osadía
Ver no es abrir los ojos es arrojar a un lado el bastón blanco:
osar andar sobre el saberse perdido.
Amanece y callo
Amanece y callo;
callo todo miedo, callo cualquier presagio,
busco un alba virgen de mí, busco el nacer de la luz, no su alumbrarme.
Más hondo
Hay vidas en las que el alma se abre más hondo que donde esas vidas laten,
Gracias por este adelanto. Los poemas están de miedo. Este Mújica no para, y siempre para arriba.
ernesto ortiz 02-01-2011 |
Lo bueno, si breve...
Víctor Manuel Jiménez Andrada 04-02-2011 |
Breves y directo al alma. Muy hermosos los versos. Seguiré leyéndo a Mújica.
Víctor Manuel Jiménez Andrada 04-02-2011 |
Breves y directo al alma. Muy hermosos los versos. Seguiré leyéndo a Mújica.
Chinca Coromoto Salas Rodriguez 13-02-2011 |
Extraordinarias lineas, es cierto la madurez es necesaria, recorrer caminos de verdades nos lleva a diveros angulos del momento de la vida, reflejar la plenitud en cada linea nos lleva a considerar que el que escribe poesia lo hace desde el alma, muy dentro de su interior, que deja aflorar cada momento de sus recuerdos de manera libre, sin limitaciones, permitiendonos gozar del silencio, del saber sobre la misma existencia, la luz infinita del corazon, la riqueza y fuerza del espiritu, por instantes revelaciones nos llevan a traves de la escritura a contemplar el abismo, la soledad, la muerte, sentir el frio espeluznante de la muerte, el olvido, entregarse entre lineas en medio del ruido, quedar sordo como una tapia para escuchar solo lo que escribimos y morir lentamente sobre el papel con amor para poder expresar lo que llevamos por dentro sin hablar de nosostros mismo, contar sobre los extraños, sobre la muerte y sus consecuencias, el miedo, el terror y conocer la ausencia del silencio.Llevar sobre el papel el amor, las aventuras, travesuras de infancia y el engaño de la traicion.
Chinca Salas