Pedro Antonio Urbina (Llucmajor, Mallorca 1936). Doctor en Derecho y en Filosofía. En su producción narrativa, para la que se ha servido de técnicas realistas y experimentales, el análisis crítico de la realidad y el reflejo de las frustraciones, soledad y desvalimiento del ser humano dejan paso con frecuencia a las reflexiones trascendentes y a las propuestas sociales utópicas. De ella destacan: Cena desnuda (1967), El carromato del circo (1968), Días en la Playa (1969), La página perdida (1969), Gorrión solitario en el tejado (1972), Una de las cosas... (1973), La otra gente (1976), serie de relatos escrita en 1963 para un público juvenil; Pisadas de gaviota sobre la arena (1979) y Mnemósine está en la galería (1991). Es autor también de libros de poesía -Mientras yo viva (1979), Los doce cantos (1979), Estaciones cotidianas (1984), La rama (1988), Hojas y sombras (1990), Las edades como un dardo (1991), Algún interminable mérito (1998)-, de dos biografías -Lawrence de Arabia (1963) y David, el rey (1990)-, de una obra de teatro -El seductor (1975), basada en Sören Kierkegaard-, de un conjunto de obras poéticas -Hojas y sombras (1990)- y del ensayo Filocalía o Amor a la Belleza (1988), donde conjuga los asuntos de estética con los filosóficos y teológicos.
En el prólogo al libro de poemas Algún interminable mérito (Númenor, Sevilla, 1998), Julio Martínez Mesanza señalaba que "para Pedro Antonio Urbina la poesía existe en lo que nos rodea y saberlo ver es la condición sin la cual no puede comenzar el proceso creativo. No son las palabras las que hacen poéticas las cosas, sino que son éstas, poéticas en sí mismas, las que dan vida a las palabras y despiertan el canto del poeta". Una afirmación que bien puede servir de pórtico a este poema inédito.
Con ayuda de escala
alcanzó el alero,
y allí se está
-la mano en el tejado-
sin subir todavía.
La valeriana, el musgo
amarillo y verde
con hilillos de hierba,
y una caléndula...
Ellos ya están allí,
pequeños y grises,
pardos, inquietos:
con sus patitas raspan
la resbalosa teja.
El pico hacia delante
por donde viene el viento.
¡Ya asoma la cabeza y
sube al fin!
Le han hecho sitio ellos;
al borde del tejado,
él les imita
y levanta su cara
contra el viento,
por donde ha de venir...