Poesía Digital

Recetas para escribir poes�a: el toque peruano

se le ha dado al hombre el más peligroso de los bienes, el lenguaje,
para que con él cree y destruya, se hunda y regrese
a la eternamente viva, a la maestra madre,
para que muestre lo que es

Friedrich Hölderlin


Wikipedia informa que Perú es el país con mayor número de platos típicos en el mundo: 491. Sólo en la costa peruana (que cubre el 10% del territorio nacional) se pueden degustar más de 2500 tipos de sopas diferentes y hasta 250 postres tradicionales. La gastronomía peruana es una de las más ricas y variadas del planeta. ¿Se trata de un fenómeno aislado? De ninguna manera. El Perú es el punto de encuentro de varias culturas y en sus 5000 años de historia hubo varias civilizaciones antiguas previas a la llegada del hombre europeo que abrió un proceso de transculturación y mestizaje del que desciende la heterogénea cultura peruana de nuestros días. Si ubicamos este hecho en su también compleja geografía, que ostenta una megadiversidad de climas (28 de los 32 posibles en el mundo), 7 pisos altitudinales (no olvidemos que el país está atravesado por los Andes) y 11 eco-regiones, entenderemos que la agricultura y ganadería desarrolladas en estas condiciones, sumadas al intercambio cultural y al propio ingenio y espíritu sibarita del pueblo, han dado como resultado una mesa diaria en la que un comensal no se aburre de probar distintos platos tradicionales de gran elaboración y sabor. La cocina peruana está considerada así entre las cinco cocinas más prestigiosas, y no es un fenómeno aislado en el país. La prueba está en que otras artes también han florecido en comparable valor y variedad: tal es el caso de la poesía peruana.

Adolecemos de un censo explícito de poetas, plaquetas, revistas de poesía y poemarios en el Perú, pero sin duda no es tanto la cantidad sino la calidad lo que nos cautiva. En el proceso de ensayo-error-hallazgo, es indudable que cuantas más tentativas verbales se den en un terreno magníficamente abonado como lo es el Perú más posibilidades hay de que crezca poesía nueva. ¿De cuántas formas se puede escribir poesía en la lengua de Cervantes el día de hoy? Creemos que una revisión del caso peruano nos puede echar amplias luces. En el siglo XX peruano se ha escrito poesía de muy diversas maneras. Un mapeo de las diferentes líneas de escritura poética presentes en la tradición poética culta peruana escrita en español, a manera de recetario, es el objeto de este artículo.


Si algo tiene la poesía peruana (como la cocina peruana) es ese afán rebelde e inconforme por innovar y desplegar cuanta aventura verbal (o culinaria) sea posible para deleite y beneplácito del paladar, es decir, la lengua
Luego de la cancelación y superación de estéticas viejas, como la del barroco colonial, el romanticismo costumbrista y rural, y el modernismo (que aún podría encontrarse en ejercicio en la poesía y canción popular con algunos indudables resultados, como los de la canción criolla), la gran tradición poética peruana contemporánea se inicia con el postmodernismo entrado el siglo XX, de la pluma de José María Eguren (Simbólicas, 1911; La canción de las figuras, 1916; Sombra, 1920; y Rondinelas, 1929), Abraham Valdelomar (Las voces múltiples, 1916) y César Vallejo (Los heraldos negros, 1918). Si el modernismo había llegado tarde al Perú y no dio frutos de trascendencia sino hasta su última fase, conocida como postmodernismo, la vanguardia, en cambio, brotó temprano con Trilce, de Vallejo, en 1922, y de algún modo se instaló permanentemente en todos los resquicios de la tradición, porque si algo tiene la poesía peruana (como la cocina peruana) es ese afán rebelde e inconforme por innovar y desplegar cuanta aventura verbal (o culinaria) sea posible para deleite y beneplácito del paladar, es decir, la lengua. No en vano los ingredientes, las condiciones y los propios artífices provienen de un país milenario, con gran riqueza cultural e histórica. Entremos a la cocina…

Para comenzar hablemos de la línea pura-esteticista de la poesía peruana. En esta modalidad, las alusiones al contexto biográfico, histórico o cultural del autor se mimetizan o disimulan, así que aparentemente no inciden sobre el texto y el poema se levanta como un espacio autotélico, un poco a la manera mallarmeana o simbolista, donde sólo la palabra sujeta a la palabra y la metarreferencialidad es la clave poética de sí misma. Juegos paronomásicos, jitanjáforas, caligramas son habituales en esta línea. Un ejemplo paradigmático es el siguiente poema de Jorge Eduardo Eielson:


POESÍA EN FORMA DE PÁJARO


               azul
           brillante
           el Ojo el
 pico anaranjado
           el cuello
           el cuello
           el cuello
           el cuello
           el cuello
           el cuello
           el cuello herido
           pájaro de papel y tinta que no vuela
           que no se mueve que no canta que no respira
           animal hecho de versos amarillos
           de silencioso plumaje impreso
           tal vez un soplo desbarata
           la misteriosa palabra que sujeta
           sus dos patas
                       patas
                       patas
                       patas
                       patas
                       patas
                       patas
                       patas
                       patas a mi mesa


                                                          Tema y variaciones (1950)
                                                          Jorge Eduardo Eielson


Esta línea tiene su remoto origen en el Perú en la poesía de José María Eguren y, aunque durante décadas este autor fue considerado como cultor de una poesía pura, en el sentido de aséptica, infantil, evasiva y marfilesca, la crítica lo ha ido aquilatando en la densidad de sentidos que emana de su abierto simbolismo, de modo que la línea pura-esteticista en el fondo no está emancipada de la realidad ni revela una subjetividad inmadura. Más adelante, por influjo de las vanguardias, especialmente del cubismo y el surrealismo, una importante parte de la poesía de las primeras décadas del siglo XX transitó por estos derroteros. Hermosos libros, originales e innovadores, que se escribieron en estos años fueron 5 metros de poemas (1928) de Carlos Oquendo de Amat ("la torre de Eiffel a tu lado flor geométrica para los poetas puros" había escrito), que combinó la sensibilidad nativa con el cubismo y dadaísmo; y Las ínsulas extrañas (1933) y Abolición de la muerte (1935), de Emilio Adolfo Westphalen ("he abandonado mi cuerpo / como el naufragio abandona las barcas" y "la otra margen acaso no he de alcanzar", había dicho), dentro de un surrealismo heterodoxo que se conectó con la lírica pastoril y la mística del Siglo de Oro español. Luego de quedar instaurada esta fructífera forma de escritura en la tradición, fue practicada alternativamente y combinada con otras formas, como la gráfica en el ejemplo tomado de Eielson o en "Márgenes" de Javier Sologuren. Así, otros poemas notables en una vertiente lúdica y sonora de esta línea son "Expansión sonora biliar", de Carlos Germán Belli, u "Ol-ki-ol: lamento del Gherba", de Eduardo Chirinos, aunque en ambos hublot replicas poemas también afloran elementos provenientes de otras líneas. richard mille replica watches

Como contraparte a los vuelos puristas de la expresión poética, se desarrolló una línea social-expresionista que hundió la raíz de su escritura en las circunstancias alrededor del poeta para cuestionar la estética y, a cambio, enarbolar la ética como forma de vida. Se trata de una poesía que también podríamos calificar como comprometida. Sin embargo, no vale la pena polarizar juicios, pues las líneas normalmente pueden superponerse. Oquendo de Amat era comunista, y en su libro, a pesar de su lírica transparente, incluye una visión crítica del mundo moderno dentro de la mejor vanguardia inconformista. El citado Eielson, de otro lado, también mudó a rumbos expresionistas y sociales en un importante libro como Habitación en Roma (1952). Alguna vez había dicho en una entrevista que "no hay poesía, sino simplemente vida". Un texto paradigmático e incitador de esta forma de escritura lo encontramos en Vallejo:

UN HOMBRE PASA CON UN PAN AL HOMBRO…

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después, del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?

Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?

                                                             Poemas humanos (1923-1928)
                                                             César Vallejo


Esta forma poética fue muy practicada a partir del medio siglo y en su momento se enfrentó beligerantemente a la poesía pura. A pesar de que muchas de sus composiciones, por su falta de originalidad y excesivo proselitismo, hoy nos parecen trasnochadas, legó textos estéticamente válidos en poetas como Alejandro Romualdo, Juan Gonzalo Rose, Washington Delgado y Carlos Germán Belli. Más adelante se renovó por influencia de la Revolución Cubana, la Nueva Trova, la poesía beatnick, la Revolución estudiantil, el hippismo y la contracultura. De este modo, esta línea, al margen de afinidades ideológicas específicas, quedó instaurada en la tradición y encontró eco en libros notables que incorporaron el compromiso social como un tópico de referencia ineludible, tal es el caso de Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968), de Antonio Cisneros, y Contranatura (1971), de Rodolfo Hinostroza, que desde luego también poseen elementos de otras líneas de escritura.

La opacidad del referente, en aras de una multiplicidad de sentidos, expresada en el envoltorio de una forma lírica de sonoridades y conformación no clásica (polimétrica, polirrítmica, de verso libre), de reminiscencias simbolistas y orígenes puristas, también ha tenido varia fortuna en la tradición poética peruana. A esta línea la denominamos hermética-órfica. Un texto fundacional fue el siguiente:

FAVILA

En la arena
se ha bañado la sombra.

Una, dos
libélulas fantasmas…

Aves de humo
van a la penumbra
del bosque.

Medio siglo
y en el límite blanco
esperamos la noche.

El pórtico
con perfume de algas,
el último mar.

En la sombra
ríen los triángulos.

                                                Rondinelas (1929)
                                                José María Eguren


Su estela está muy bien arraigada en la tradición peruana, sobre todo en aquella poesía solemne que acuse cierto barroquismo de expresión. Importantes libros como Trilce (1922), de César Vallejo; Travesía de extramares (1950), de Martín Adán; Reinos (1945), de Jorge Eduardo Eielson; Arte de navegar (1962-1974), de Juan Ojeda y, en general, la poesía de Blanca Varela, cultivan un lenguaje hermético-órfico, como de revelación por éxtasis musical, opaco, constreñido, denso, con múltiples desgarramientos del lenguaje y contradicciones lógicas, reacio al desciframiento último, y por ello portavoz de realidades ocultas, oníricas, contemplativas, subterráneas, que rozan con sus estéticas el Barroco, el Simbolismo y el Surrealismo, según sea el caso.

En contraste con los devaneos por el absoluto de la poesía hermética y el esteticismo casi sacro inmaculado de la poesía pura, lo visceral y concupiscente, el fuego del cuerpo y de los sentidos vinieron de la hoguera de la poesía corpórea que hacía del espacio cotidiano, el erotismo y la experiencia del cuerpo, el referente tangible y sublimado, el hontanar de una voz poética tatuada por la pasión violenta e incandescente, algunas veces proyectada hacia un amoroso o desdoblada en un alter ego. Un ejemplo temprano de esta veta poética, que más tarde fructificó en múltiples realizaciones, es la poesía de César Moro, animada por el contacto con el surrealismo y una personalidad iconoclasta.


VIENES EN LA NOCHE CON EL HUMO FABULOSO DE TU CABELLERA

Apareces
La vida es cierta
El olor de la lluvia es cierto
La lluvia te hace nacer
Y golpear a mi puerta
Oh árbol
Y la ciudad el mar que navegaste
Y la noche se abren a tu paso
Y el corazón vuelve de lejos a asomarse
Hasta llegar a tu frente
Y verte como la magia resplandeciente
Montaña de oro o de nieve
Como el humo fabuloso de tu cabellera
Con las bestias nocturnas en los ojos
Y tu cuerpo de rescoldo
Con la noche que riegas a pedazos
Con los bloques de noche que caen de tus manos
Con el silencio que prende a tu llegada
Con el trastorno y el oleaje
Con el vaivén de las casas
Y el oscilar de luces y la sombra más dura
Y tus palabras de avenida fluvial
Tan pronto llegas y te fuiste
Y quieres poner a flote mi vida
Y sólo preparas mi muerte
Y la muerte de esperar
Y el morir de verte lejos
Y los silencios y el esperar el tiempo
Para vivir cuando llegas
Y me rodeas de sombra
Y me haces luminoso
Y me sumerges en el mar fosforescente donde acaece tu estar
Y donde sólo dialogamos tú y mi noción oscura y pavorosa de tu ser
Estrella desprendiéndose en el apocalipsis
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies de constelaciones gemelas
En la noche terrestre
Que te sigue encadenada y muda
Sosteniendo la flor de tu cabeza de cristal moreno
Acuario encerrando planetas y caudas
Y la potencia que hace que el mundo siga en pie y guarde el equilibrio de los mares
Y tu cerebro de materia luminosa
Y mi adhesión sin fin y el amor que nace sin cesar
Y te envuelve
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde pueden leerse la historia del mundo
Y el porvenir del universo
Y ese ligarse luminoso de mi vida
A tu existencia

                                                                                La tortuga ecuestre (1938-1939)
                                                                                César Moro


Sin solemnidades impostadas de por medio, en otra tesitura, la lírica confesional encontró su espacio en una escritura de tono intimista, conversacional, a veces soportada por la propia experiencia vital y, en ese sentido, portadora de un secreto, mas no esotérico como en la lírica hermética, sino personal y concreto, sereno
En otros poetas, la poesía del cuerpo alcanzó ribetes místicos o se proyectó sobre el espacio inmediato, el doméstico, personal y cotidiano, o fue fuente de la problematización de los roles de género en algunos poemas escritos por mujeres. Entre estos derroteros encontramos muchos poemas de Trilce, buena parte de la poesía de Eielson, como en Doble diamante, Habitación en Roma, Noche oscura del cuerpo, Mutatis mutandis, Ceremonia solitaria; la citada obra de Moro y la poesía de Blanca Varela, Carlos Germán Belli, Antonio Cisneros, Enrique Verástegui (Angelus novus, Monte de Goce), José Watanabe y Carmen Ollé (Noches de adrenalina). En esta escritura el pathos del cuerpo se convierte en el signo límite de la exploración, sensación, revelación, etc., que sublima sentimientos amorosos, instintos sexuales, comportamientos rebeldes, fervor místico, etc., para exorcizar demonios culturales responsables de prohibiciones y complejos de culpa, y, cómo no, también interpela la precariedad, la destrucción y la muerte. La poesía corporal invoca al Eros y al Thánatos simultáneamente.

Sin solemnidades impostadas de por medio, en otra tesitura, la lírica confesional encontró su espacio en una escritura de tono intimista, conversacional, a veces soportada por la propia experiencia vital y, en ese sentido, portadora de un secreto, mas no esotérico como en la lírica hermética, sino personal y concreto, sereno, sin el ardor indesmayable de la poesía corporal, pero también cercana a lo cotidiano. Un logro temprano de esta línea nos lo entrega Luis Valle Goicochea:


16

Tú eres mi hermana porque escribiste conmigo a escondidas,
al apodo de don Benjamín en la puerta de la casa.
Porque una noche que llovía te preocupaste conmigo
de un nido que la tala dejó al sereno…
Porque cuando eras chiquita te cargó la Rarra…
Porque nos miramos juntos en los ojazos de la vaca pintada…
Porque mamá es tu mamá…
¿Te acuerdas?
Sabíamos que los jilgueros jugaban en los árboles cercanos,
y entonces la Rarra nos llamaba a mirar los últimos pollitos…
¿Te acuerdas? Estabas conmigo
cuando murió mi corderito y para consolarme
me ofreció otro Rosalía…
Me preocupa hoy que estamos lejos
la pared torcida de la casa vieja…

                                                                       Canciones de Rinono y Papagil (1932)
                                                                       Luis Valle Goicochea

Los primeros poemas de tono confesional escritos en el Perú pueden bien remontarse al postmodernismo, como una reacción a la pompa artificial del modernismo más rancio y como encumbramiento de los referentes locales, costumbristas y familiares dentro de un lenguaje que, aun conservando cierta musicalidad modernista, iba trocando la ampulosidad por una sencillez de expresión. Tal es el caso de "Tristitia" o "El hermano ausente en la cena pascual" de Valdelomar, o "A mi hermano Miguel" de Vallejo. El empleo de material autobiográfico explícito no estaba contemplado en la lírica pura, por considerársele contingente, vulgar, poco poético, y, en cambio, se buscaba aspirar al infinito o al absoluto mediante elaborados símbolos y metáforas en un tono solemne. Del mismo modo no estaba presente lo íntimo personal en la poesía social y, desde luego, una referencia de este tipo quedaba difuminada u opacada en la poesía hermética. Quienes apuestan por una línea confesional suelen cultivar una expresión sencilla, pero no siempre es así. Muchos poemas herméticos de Trilce acusan elementos confesionales dentro de su expresionismo; por ejemplo, los referidos a la familia, a las amadas o a la cárcel. Incluso en la estrofa "Medio siglo / y en el límite blanco / esperamos la noche", de Eguren, los críticos han querido ver la edad del poeta próximo a su muerte; y en 5 metros de poemas, en plena dicción vanguardista, Oquendo escribe un poema a su madre.

La contraparte de la poesía solemne de cuño simbolista, que dominó la primera parte del siglo XX peruano, llegó a instancia de la antipoesía de Nicanor Parra, el exteriorismo de Ernesto Cardenal y, sobre todo, de la vanguardia anglosajona, el imaginismo de Eliot, Pound y su descendencia beatnick. Significó un importante viraje para la nave poética peruana y determinó el rumbo de muchas escrituras en la segunda mitad del siglo XX. Así la crónica, la historia, la anécdota y el tono prosaico, irreverente y contestatario entraron al espacio del poema y se acomodaron bajo la forma del collage imaginista, superponiendo instantes, fragmentos, escenas, intertextualidades, multifocalidad y polifonía de voces. Enrique Verástegui se declaró discípulo directo de Pound, de modo que de él tomaremos uno de los logros mayores de esta forma de escritura:


GIORDANO BRUNO

"Toda potencia de la naturaleza o del espíritu debe formar su opuesto como única condición y medio de su manifestación". (citado por Joyce, Cf. The Critical Writings).


Follajes de Noli
y aire suave de Labor,
Nápoles —fábricas de Nápoles tan llenas de Gramsci
y en Gramsci relampaguea
el aura de Bruno:
Giordano Bruno nacido en 1548, poeta,
filósofo que en el temblor de la duda
encontró la verdad
tan delicado como sombras
de lilas que el viento arrastra —el
saber alejandrino brotó fresco
en el jardín ya florido
de una mente severa.
Tuvo lo que su época le dio (fue clérigo intratable)
mas convino que toda época está en retroceso
y el pasado —¿dónde está?
que no esté arrumado
entre murallas de prejuicio
y largos trámites
burocráticos, la represión,
las relaciones mercantiles.

Oh campo aún velado en nieve espesa
y con ligeros brotes
de verdor: núcleos semánticos
núcleos de meditación
entre pétalos no más desesperados que este abismo
abierto entre el día
y la noche mientras nuestro paso es un siglo
tenuemente vacío levemente extraviado como hipótesis que van
rechazándose y negándose en un texto que a lo a priori
prefirió la luz de lo móvil
y el soñar
y errar en la vida
buscando belleza
y sabiduría = gramática de flores
aunque penumbras del vivir
sin más pobre lumbre
que haber regado un poco
este misterio del verdor
hoy signos sólo
y flores turbias
de un muy viejo manuscrito: el tuyo,
Giordano.
Y 30 años tenías,
vestidos trashumantes
cabellera oscura
y larga: hombrecillo
de rostro moreno
y oscura y rala barba —cuando
insultado y desterrado
vago vagaste vagón perdido como chispa rápida
de un detonante que ya
en la mecha de tu propia expresión
revienta los sentimientos de tu/mi éxodo poético
al sueño —tierra de promisión inhollada.

Milán, Venecia, Niza, compuertas de Génova
que han recibido a tantos extranjeros
te cerraban puertas y persianas
—sus bandos
bien claro (decían) que no debías
pisar sus yerbas
y has dormido al sereno
contemplando la elíptica del cometa en tu estilo
el cabello escarchado la materia infinita
y algún texto de Sedulius Scottus
te complace:

Scriptor sum (fateor), sum Musicus et Orpheus,
sum bos triturans, prospera quaeque volo,
sum vester miles sophiae praeditus armis:
pro nobis nostrum, Musa, rogato patrem...

(y seguiste recordando más versos).

Te amparaba
tu propio desamparo
y cielo infierno: suggetto —á doi contrarii eterno,
Bandito son dal ciel, et dal infierno

están lejos de ti
ni te reciben
vagabundo al llegar el día.

En Londres y París
en Wittemberg al dictar tus clases aprendías
la pesada luz de tus alumnos.
Y Praga te vio volar
como una antorcha de Joan Huss,
Caballería Roja, cerebro de flores en el sueño.

¿Quién decidirá
—pensabas—
entre Aristóteles
y Platón?
¿Quién entre Tomás y Agustín?
¿Entre la forma racional
y la forma ideal
de un mismo lenguaje represivo?
Y ya habíamos decidido
Giordano:
contigo en tus escritos.
No la verdad —no
sino el conocimiento de la causa
en el efecto
y me crucé contigo
en la penumbra
de la antecámara materialista
almácigos tiernos
dialéctica aún suave
como un crepúsculo.
Tu ópera de ligar / desligar
los misterios
y problemas de la física las leyes de la naturaleza
que tu mnemotecnia
dominaba (tu práctica analógica)
te valió el lodo de tu nombre
—ser el brillo
que alumbra este pasado
de hombres que pagaron caro
su arrogante deseo de saber.

Y en Venecia te llevaron al miserable tribunal
del Santo Oficio y te juzgaron
te desnudaron te maniataron te humillaron
y el proceso penoso y largo
duró años: Giordano Bruno
ni transa ni se retracta - no pierde
el nolano
judío errante
la altivez de su verdad.

Lo declaran ateo impío corrompido –lo excomulgan
y viene la condena:
"que sea castigado
con la mayor dulzura posible y sin efusión
de sangre, sine ulla sanguinis effusione"
que en maligna lengua eufemista represiva
y clasicista dictaminaban los inquisidores de siempre
morir quemado vivo
y entonces Bruno replica
ya bellísimo su alto testamento: "más os intimida
pronunciar mi sentencia a vosotros
que a mí el oírla"
y entró sereno en la brasa
lúcido entre las ávidas llamas

Toda época está
en retroceso y todo presente es pasado devorado
en el futuro y aquel 9 de febrero de 1600
Giordano Bruno, poeta,
loco y filósofo que en la duda encontró su verdad
nació para todos
y yo nací con él, yo soy Giordano Bruno.

                                                                                            Angelus novus (1989)
                                                                                            Enrique Verástegui



Desmesurada, con vocación totalista, esta línea cultivó el poema río integral, que reprodujese al modo de los vasos comunicantes la complejidad de la realidad en varios niveles: personal, histórica, ideológica, mental, poética, corporal, etc. Tal vez su origen remoto se halle en el "Entierro del verano", el poema reescritura homenaje al "Entierro de los muertos" de Eliot, escrito por Javier Heraud. La Generación del 60 y el posterior movimiento Hora zero terminaron por instalar el coloquialismo como modelo de escritura en la poesía peruana de las últimas décadas del siglo XX. Dicha manera de escribir se ve plasmada en algunos poemas de Luis Hernández (famoso su homenaje "Ezra Pound: cenizas y cilicio"), y de forma cuajada y sistemática en Contra natura (1971) de Rodolfo Hinostroza, en Noches de adrenalina (1981) de Carmen Ollé y en varios libros de Antonio Cisneros y Enrique Verástegui.

Una línea más nos atreveremos a comentar-probar en este inventario-recetario. Como alternativa a la desmesura del coloquialismo y a la opacidad del hermetismo, surge una forma de escribir sencilla, transparente y lacónica ("claro y sencillo", como había preconizado Oquendo), en la que una sola imagen o un solo símbolo, a veces, en la brevedad del poema, en la parquedad de su leguaje y en cierto toque naïf, definen un núcleo poético significativo de gran resonancia. Hablamos de una estética cercana a la del haiku japonés pero que empezó a gestarse independientemente de esta forma oriental y con la que luego confluyó en algunas poéticas. Un ejemplo claro y temprano lo aporta Juan Gonzalo Rose:

PRIMERA CANCIÓN

No he inventado ninguna melodía.

Los que amaron dirán:
"Conozco esta canción...
y me había olvidado de lo hermosa que era..."

Y habrá de parecerles
la primera
canción con que soñaron.

                                                            Simple canción (1960)
                                                            Juan Gonzalo Rose


Del mismo modo que la cocina peruana es atractiva por su variedad de ingredientes, formas de preparación, sabores, colores, olores y su matiz picante, la poesía peruana es rica, variada, inconformista y aventurera: nada aburrida
La sencillez y la transparencia, amparadas en un tono familiar y entorno doméstico, ya se hallaban presentes en algunos versos confesionales posmodernistas de Los heraldos negros de Vallejo o Las voces múltiples de Valdelomar. Otro gran precursor de esta modalidad lo hallamos en Luis Valle Goicochea, a veces conocido como un poeta sin metáforas. Si al principio pasó un poco desapercibida esta modalidad, sobre todo en una tradición de vanguardias estruendosas y prolíficas como es la peruana, esta línea fue lentamente ganando espacios y haciéndose presente en algunos poemas de Jorge Eduardo Eielson y Blanca Varela; prolongándose en la sencillez y morosidad características de Javier Heraud o en el verso breve ultralírico de continuos encabalgamientos de Luis Hernández, e incluso llegar a caracterizar la escritura de poetas como Washington Delgado, Juan Gonzalo Rose y José Watanabe.

Del mismo modo que la cocina peruana es atractiva por su variedad de ingredientes, formas de preparación, sabores, colores, olores y su matiz picante, la poesía peruana es rica, variada, inconformista y aventurera: nada aburrida. Sin embargo, encuentro difícil llegar a probar todos los platos típicos peruanos en un corto plazo, al igual que llegar a cubrir toda una tradición lírica. No es éste un acercamiento total a la poesía peruana contemporánea. Desde luego, no es un objetivo clasificar a los poetas ni terminamos de mencionar a cuantos hay de importancia. Sólo proponemos un enfoque alternativo al habitual recuento generacional que se empeña en ordenar cronológicamente la producción poética y la vincula con contextos históricos y estéticos, a veces completando la lectura, otras sin mayor aporte. La nuestra es una visión sincrónica que no pone de relieve a los autores, ni a sus promociones, ni a sus libros, ni a sus contextos de producción, sino a las costumbres de escritura practicadas por la tradición culta en español en pleno. Se hace un esfuerzo por ejemplificarlas en determinados poemas, como para mostrarlas en estado puro, pero en realidad, estas líneas se superponen a la manera de estratos geológicos y tejen el entramado que es la tradición, punto de origen, retorno y reverberación constante de la poesía. Los poemas más significativos son aquellos en que entrecruzan varias de esas líneas, y los poetas mayores son los que, teniendo una obra diversificada en varias líneas, también ostentan una producción homogénea y constante que se reinventa a sí misma y se renueva en sucesivas lecturas.

¿Cómo es posible que en un país en que el que los libros son caros, la industria editorial casi inexistente, la crítica literaria en su mayor parte elitista, mezquina y mediocre, y en el que se dan bajos niveles de alfabetización exista una gran poesía? Vamos a ensayar algunas respuestas posibles. En un territorio con una historia milenaria, una geografía diversa y una realidad social heterogénea y problemática, es natural que el capital humano con vocación artística se arme de suficiente aliciente para la creación, sea por rebeldía, inconformismo, rabia, inspiración o lo que sea. Como para escribir poesía sólo se precisa de papel y lápiz, o a veces, simplemente de la mente y la memoria, el practicarla resulta más económico que hacer cine, pintura, música o escultura, e incluso, en un medio pobre en oportunidades, la escritura de poesía reemplaza el ejercicio de otras artes. Si a esto le sumamos una tradición con grandes modelos poéticos, tendremos como resultado un menú poético variado. La prueba de que se lee, y mucho, está en el alto comercio de fotocopias y la piratería de libros a mansalva. Aún así y todo, la poesía culta en español, con todo su valor en el Perú, no es un producto de consumo masivo, y básicamente tiene que darse en los medios universitarios, ya que llegar a entender y disfrutar de esta compleja tradición en toda su extensión exige una cierta preparación que difícilmente es autodidacta. Jean Franco decía que la Literatura Latinoamericana existía como producto de un mecanismo cultural que compensaba la difícil realidad material que le tocaba vivir al latinoamericano; y por otro lado, Vargas Llosa afirmaba que las grandes novelas se escribían antes de que desapareciese una época y, en cambio, la gran poesía se levantaba al principio de éstas, como discurso auroral.

El contacto con el sistema literario castellano derivó en una transculturación literaria en la que antiguos himnos nativos en quechua fueron reescritos con conceptos cristianos, se fundó una dramática quechua bajo el paradigma del teatro del Siglo de Oro español y se desarrolló un lírica de resistencia que cantaba la muerte del último inca en versos con medida silábica a la manera española
Desde luego la poesía peruana no nació en el siglo XX y no se limita a la lengua española ni a la capital. Los conquistadores trajeron coplas y romances de la Península y los evangelizadores estudiaron las lenguas vernáculas. La crónica colonial recogió canciones y poemas quechuas. El contacto con el sistema literario castellano derivó en una transculturación literaria en la que antiguos himnos nativos en quechua fueron reescritos con conceptos cristianos, se fundó una dramática quechua bajo el paradigma del teatro del Siglo de Oro español y se desarrolló una lírica de resistencia que cantaba la muerte del último inca en versos con medida silábica a la manera española. En la poesía virreinal, a pesar del monopolio cultural, sobresalieron Clorinda, Amarilis, Juan del Valle Caviedes, líricos que escribieron desde su situación de criollos en el Nuevo Mundo, es decir, conscientes de su periferia y singularidad cultural, aportando una incipiente expresión nueva. Durante los inicios de la república Mariano Melgar escribió en castellano poemas que reproducían el sentimiento andino y las formas del yaraví autóctono. Killku Waraka y el anónimo autor de "Manchay puytu" tomaron la antorcha de la lírica quechua que luego continuó brillando con José María Arguedas, quien ya en pleno siglo XX modernizó esta tradición al incorporar el coloquialismo en su libro Katatay y otros poemas (1972), cuando ya el posmodernismo y las vanguardias se habían encargado de instaurar plenamente la tradición contemporánea en lengua española, de la que nos hemos ocupado.

El Perú puede preciarse de tener una gran tradición poética contemporánea escrita en español, pero, debido al centralismo de su capital y a la hegemonía política del idioma español, se ha relegado históricamente el desarrollo y la representatividad literaria de sus lenguas vernáculas. La tradición quechua es parcialmente conocida, pero la aymara y la de las 40 lenguas amazónicas constituyen un terreno aún por investigar y explorar artísticamente. Por otro lado, tampoco podemos dejar de mencionar la poesía popular que sobrevive en las décimas de Nicomedes Santacruz, las cumananas del Bajo Piura, el huayno andino o la canción criolla con excelentes compositores y letristas como Felipe Pinglo Alva y Chabuca Granda. Todos estos discursos forman una tradición heterogénea con zonas más desarrolladas y otras por explorar.

Eielson decía que por la cultura peruana corrían poderosos ríos subterráneos. Su primer poemario importante, Reinos (1945), no para de hablar de tumbas, fantasmas y ruinas. Unos años después, el polifacético artista escribía unos ensayos sobre culturas precolombinas, y más tarde, en su novela Primera muerte de María (1988), decía que Lima no era una ciudad para vivir sino para morir, que en el fondo era una tumba, que había demasiada historia bajo su suelo, miles de enterramientos y cadáveres ("El bosque de los huesos", la denominó Luis Hernández en atención a la leyenda de que los indios le señalaron a Pizarro como lugar óptimo para la fundación de la capital del virreinato un antiguo cementerio). No me resulta extraño estimar que este poeta clarividente fuese sensible a la densidad histórica del suelo peruano. El Perú es una cultura milenaria, un país antiguo como un presidente alguna vez dijo, y esto es sensible en la poesía, en la comida y en el modo de ser peruano. Fue Heidegger quien dijo que la poesía es la piedra de toque de las civilizaciones en su famoso ensayo sobre la esencia de la poesía: "Lo permanente lo instauran los poetas", en palabras de Hölderlin.

Si al principio del siglo XX Mariátegui declaraba la literatura peruana como "orgánicamente no nacional" y que estaba aún por escribirse, un siglo después la adelantada obra de la pléyade fundadora de la poesía peruana ha rendido sus innumerables frutos. Hoy por hoy, aún en proceso de cohesión y crecimiento, tenemos sin duda una cultura peruana que echó sus cimientos modernos con la poesía de Eguren, Vallejo, Oquendo, Adán, Westphalen, Moro, Eielson, Varela, Cisneros, Watanabe, Ollé y un largo etcétera. Esta poesía se dedicó a la labor de perfeccionar la lengua, como diría Mallarmé; a cargar un arma de futuro, como diría Gabriel Celaya, y a mostrar que la realidad de verdad en el hombre es, en su fondo, poética, como diría Heidegger.

A manera de conclusión citaré el testimonio de un poeta peruano en el que explica la génesis de su vocación:

Nací el 23 (el 26, según mi madre) de octubre de 1949. Escorpio de todos modos. En Chachapoyas, ese distante lugar de casas bajas, techos de tejas rojizas, bosques, infinitos bosques de eucaliptos, el olor de la hierba húmeda, la lluvia, siempre la lluvia, en ese lugar siempre llueve, y con la noche y el sonido del agua, la gente siempre cuenta historias de aparecidos y fantasmas, el cura sin cabeza, la mujer que una vez fue raptada por el príncipe de los avernos, él vino montado en una caballo blanco de jaeces relucientes, no sé si esa noche llovía, pero nunca más se volvió a saber de Ángela de Saberberí, y no sé más si ese lugar distante sigue siendo un lugar distante, si las cosas de ahora son más altas que las de antes, las calles más amplias, pero hay una lluvia que persiste, un rumor de álamos, una música de la hierba que se inclina junto a unas piedras blancas.

Lo anterior recibe el nombre de infancia. Uno nace, pasa el tiempo y uno tiene 12 años. Y uno ya se alejó de lo que bien pudo ser la felicidad. Y desde esos 12 hasta los 22 de ahora, uno anduvo en cosas bastante diferentes de las primeras visiones. Todo ese tiempo de internados y pensiones: un muchacho solo, el desamparo de cuartos oscuros donde lo único posible es llorar, las calles y los cines más baratos de Chiclayo, desgarramientos nunca buscados, y de golpe la violencia del colegio militar. Esto recibe el nombre de adolescencia. La adolescencia peruana es en general la edad de la frustración. Cualquier hombre nacido en el Perú, en cualquier lugar, en cualquier estrato social, siempre tiene una experiencia confusa, traumatizante, actos a medias, fracasos o culpas inexplicables. Y uno conserva eso. Y uno quiere liberarse de eso.

En los dos párrafos anteriores no está nombrado todo lo que uno vivió. Pero sí pueden dar una idea de esas dos líneas decisivas que encuentro en mi vida. Y vaya a saber uno qué cosa es la mezcla conflictiva de bosques, ternura y extensiones silenciosas, por un lado, y de rencor, violencia y dureza, por otro lado. Esto tiene la prioridad en lo de "influencia" (por lo de "in" = dentro). Pues en uno continúa la música del origen y se manifiesta la turbulencia que recibió después. Uno sigue siendo el que fue, y lo que la sociedad le impuso. Uno quiere conservar o volver a lo primero, y uno quiere liberarse de lo segundo. Entonces, uno escribe poemas.


                                                                                                                        José Cerna

Está bien toda la carga lírica y dramática que evoca la cita, es verosímil y se ajusta a la realidad peruana y de seguro a otras realidades nacionales. Pero a veces pienso también que una de las razones por las que la poesía peruana es tan variada y excelente es porque está hecha por gente que creció comiendo cebiche, lomo saltado, causa, ají de gallina, carapulca, papa a la huancaína, tacu tacu, turrón de Doña Pepa, picarones, suspiro a la limeña, King Kong y un larguísimo etcétera. No de otra manera me termino de explicar una poesía tan saludable y tan bien servida.


Ricardo Fidel Huamán Zúñiga